Carta al alma: Aunque no tenga hijos, soy raíz y soy cuna
Una carta desde la certeza, no desde la carencia
Hoy me escribo desde un lugar tierno.
No desde la carencia, sino desde la certeza.
Porque aunque no haya dado a luz a un hijo, hay un ser dentro de mí que me recuerda la grandeza de lo pequeño. Un ser que no necesita nombre ni cuerpo, porque es alma. Y es niñez.
Ese ser me habla cuando me río sin motivo, cuando recojo una pluma del suelo y la guardo como si fuera un tesoro. Me abraza cuando me siento niña entre silencios, cuando brinco con la música, cuando lloro sin vergüenza.
No soy madre, pero soy abrigo.
Soy canción de cuna para quien se atreva a sentirme.
Soy raíz que sabe cuidar sin poseer.
¿Sabes? La maternidad no es sólo un cuerpo.
También es intuición, entrega, mirada limpia.
Y yo, aunque no tenga hijos en este mundo, he sembrado ternura en cada paso.
Hay quien mide la vida por lo que “le falta”.
Yo la mido por la esencia que me habita.
Y si alguna vez dudé de mi valor como mujer por no ser madre…
hoy me abrazo fuerte y me digo:
soy vida, soy guía, soy semilla y soy flor.
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