Dios también se sienta en los bordes
Cuando el alma deja de buscar en lo alto y empieza a escuchar en lo hondo.
No está en los discursos.
Ni en las manos levantadas por inercia.
Ni en las palabras vacías que repiten los que nunca han pisado la injusticia.
Yo no encontré a Dios cuando todo iba bien.
Lo encontré cuando me temblaban las piernas,
cuando me robaron el nombre,
cuando me dijeron “no puedes”
y la puerta se cerró sin mirar siquiera que yo estaba del otro lado.
Ahí estaba Él.
En ese borde donde te dejan sola.
En ese silencio que nadie quiere escuchar.
En ese rincón donde ni el eco responde…
pero algo dentro de ti sigue de pie.
Dios no solo está en las catedrales,
ni en los títulos de “maestro espiritual”,
ni en las frases bonitas que se copian de un libro.
Dios se sienta donde te sientas tú cuando te han olvidado.
Y no viene con prisa.
Se queda.
Se queda cuando dices tu verdad y no te creen.
Se queda cuando no cobras, pero das.
Se queda cuando los demás miran para otro lado,
pero tú no puedes.
Yo no tengo un altar dorado.
Tengo mi pecho.
Tengo mis lágrimas.
Tengo la raíz donde Él se sienta a esperar que florezca.
Y eso basta.
No vine a demostrar nada.
Vine a seguir siendo, aunque duela.
Y si Dios también elige el borde,
entonces… ese es mi lugar.
Origen esencial
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