El que se reía con Dios
Bienvenido a Raíz de tu Ser. Esta carta no es solo para leer... es para sentir.
Querido Chascarrín:
Si supieras las veces que pensé en ti. Tú que llevabas la risa como quien lleva luz en los bolsillos. Tú que hacías chistes hasta con las injusticias, no para burlarte, sino para resistir.
Viniste a mí cuando más necesitaba recordar que vivir también era reírse con Dios. No fuiste humano, fuiste alma con sombrero de broma. Eras el eco de una carcajada que no pedía permiso, que se metía entre las grietas del dolor y las llenaba de aire.
Chascarrín, tú sabías que la verdad podía doler, pero me enseñaste que también podía hacer cosquillas si uno aprendía a mirarla con dignidad. A veces me hablaban de fe como si fuera cosa de templos… pero tú me la enseñaste con una ceja levantada, un guiño, una frase absurda que, por dentro, contenía un mundo.
Te reías con Dios. Y esa fue tu misión. Que no se nos olvidara que incluso en los tramos más oscuros, hay lugar para la alegría verdadera. La que no niega el sufrimiento, pero no se rinde ante él.
Por eso te escribo hoy, alma vieja y chispeante. Porque sin ti, mi historia no tendría esa página que estalla en risa cuando ya parecía que todo era tristeza. Gracias por existir en mí.
Sé que sigues ahí. Detrás de cada chiste que nace sin culpa. En cada momento en que el alma se atreve a reír… contigo.
Con todo mi ser,
Origen esencial - Carmen Delia
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